VERIFICAR LISTADO DE TEMAS DE ENTREGA SOBRE ARQUITECTURA GRIEGA
El mundo griego antiguo está formado por el conjunto de territorios (Grecia, Asia Menor, Magna Grecia, Mar Negro, Norte de África y Mediterráneo occidental) y sociedades que, teniendo como área central de referencia el mar Egeo, se articulan en torno a vínculos fundamentalmente culturales (lengua, religión, filosofía, manifestaciones artísticas, etc.), bajo distintas fórmulas de organización política independientes entre sí, de las que destaca la polis. La Antigua Grecia, por tanto, es una construcción histórica y cultural, más que una realidad política, social o territorial, dada su falta de unidad estatal antes de la llegada de Alejandro de Macedonia o de Roma.
Las condiciones geográficas de las regiones ribereñas del mar Egeo condicionan el desarrollo histórico de estas sociedades. Grecia presenta un clima mediterráneo considerablemente seco y de temperaturas poco moderadas, dada su ubicación en el Mediterráneo oriental y, sobre todo, debido a su abrupta orografía. Se trata de territorios muy montañosos (el 80%) en los que las posibilidades agrícolas se encuentran muy limitadas y las comunicaciones terrestres se hacen difíciles, ofreciendo argumentos al característico aislamiento de muchas regiones de Grecia y a la formación de entidades políticas independientes. Sólo las comunicaciones marítimas permiten superar los umbrales de aislamiento y de autoabastecimiento de unas sociedades que encuentran dificultades para establecer vínculos regulares por tierra. Las limitadas posibilidades agrícolas no facilitaron la formación de grandes concentraciones de población en muchas de las regiones griegas, que se saturaban rápidamente, ofreciendo una endémica inestabilidad socioeconómica que explica, en parte, fenómenos característicos de la Grecia Antigua como la stasis (guerra civil) o los continuos movimientos migratorios y procesos de colonización.
La evolución de las sociedades simples (diferencias internas de carácter primario como el sexo o la edad) a las sociedades complejas (diferencias sociales de rango debido a la aparición y concentración de excedentes comunitarios) es un requisito fundamental para la aparición de las comunidades históricas, que además han de centralizar sus funciones y servicios comunitarios en un núcleo, generando de esta forma las primitivas entidades estatales. Elementos derivados de esas primitivas formaciones estatales son la aparición de la escritura, las primitivas instituciones políticas, la creación de las religiones, la estructuración social, etc. En Grecia asistimos a la aparición intermitente de entidades protoestatales durante el segundo milenio a.C. en el conjunto del ámbito egeo, aunque será durante los siglos IX y VIII a.C. cuando aparezca la entidad estatal griega por excelencia: la polis.
CULTURA MINÓICA: Inicio 3400 a.C. Apogeo 1600-1400 a.C. CNOSOS
CULTURA MICÉNICA: Inicio 1600 a.C. Apogeo 1125 a.C. MICENAS
EDAD OSCURA: 1100 a.C. – 700 a.C.
ÉPOCA ARCÁICA: 700-500 a.C. Alfabeto fenicioà alf. Griego Introducción de moneda
EFESO, MILETO, CORINTIO, TEBAS
ÉPOCA CLÁSICA: 479 – 338 a.C.
Esparta + Atenas= alianza contra los persas (Darío I y Jerjes)
MACEDONIA, ATENAS, ESPARTA
En Creta (2000-1500 a.C.) se desarrolla la talasocracia cretense (control pacífico de las redes comerciales del Mediterráneo oriental) en torno a entidades protoestatales denominadas ciudades-palacio que actúan como núcleos de almacenamiento de excedente (escritura Lineal A), centro político y social del mundo minoico.
Tras la caída de los palacios cretenses y la talasocracia, el «despertar» (auge de aristocracias bélicas) de los aqueos, poblaciones de origen centroeuropeo que habían ido llegando a Grecia a lo largo de la primera mitad del II milenio a.C., da lugar a la aparición de nuevas entidades protoestatales identificadas con las ciudades-fortaleza micénicas (1500-1200 a.C.) que actúan como nuevos centros económicos (administración de excedentes y escritura Lineal B) y políticos de carácter aristocrático, que se hacen enterrar en los Tholoi (grandes tumbas de cámara). Sin embargo, las ciudades-fortaleza entran en crisis en torno al 1200 a.C., debido a masivos movimientos migratorios.
La caída del mundo micénico abre el camino de la denominada «época oscura» (1200-800 a.C.) que cierra el paréntesis de las estructuras protoestatales, volviendo a una extrema dispersión poblacional, ruralización y empobrecimiento de Grecia. Destaca la aparición de importantes novedades sociales (menor complejidad), territoriales (grandes diferencias interregionales) y, sobre todo, materiales, en buena parte de origen autóctono u oriental, como la utilización del hierro, la difusión de la incineración y las tumbas individuales, las decoraciones cerámicas geométricas, la aparición de cerámicas del tipo Barbarian ware o el desarrollo de viviendas de planta absidiada.
Este panorama de empobrecimiento generalizado provoca un ulterior proceso migratorio desde la Grecia continental a las regiones costeras de Anatolia, conocido como la «Primera Colonización Griega» (1140-1050 a.C), que aprovechando el vacío dejado por la caída del Imperio Hitita creará núcleos de población griega que serán el origen de los ámbitos culturales eolio, jonio y dorio, germen de las futuras ligas. A principios del I milenio a.C. el Imperio Neohitita vuelve a generar una gran presión sobre las poblaciones griegas de Anatolia que se concentrarán y aumentarán su densidad creando las condiciones adecuadas para la formación de algunos de los elementos fundamentales de la cultura griega antigua como la lengua griega, el panteón y la teogonía, el paso del mito al logos, las bases del arte griego y, sobre todo, la formación de la polis, como principal prototipo de estructura estatal griega. La polis, como centro de acumulación de poder y excedente, debe su formación a la aristocracia que desde sus inicios controlará de forma absoluta todos los mecanismos políticos, sociales, legales y religiosos del estado. Esta situación inicial y la progresiva saturación de los pobres territorios griegos fruto del crecimiento demográfico agudizarán las diferencias sociales generando un conflicto social casi endémico, la stasis.
Solón (594 a.C.) puso las bases del sistema socioeconómico ateniense de carácter comercial (producción de vino, aceite y productos artesanales para la exportación y la obtención de grandes beneficios comerciales que, en parte, sirven para importar el grano con el que alimentar a la población). Abolió el hectemorado; introdujo la moneda, y dividió la población en cuatro grupos en función de su riqueza.
La evolución política de Atenas y del resto de ciudades-estado griegas se vio interrumpida a principios del siglo V a.C. ante el empuje expansionista del Imperio Persa. Los ejércitos helénicos hicieron frente a los persas en la Primera Guerra Médica (victoria ateniense en Maratón 490 a.C.) y la definitiva Segunda Guerra Médica (480-479 a.C., derrota griega en las Termópilas y victorias en Salamina y Micala), que ralentizó el conflicto hasta la definitiva paz de Calías (449/448 a.C.). Sin embargo, este conflicto produjo enormes transformaciones en el conjunto de las poblaciones y estados griegos: generó una nueva conciencia nacional panhelénica; favoreció un inusitado renacimiento cultural y económico del mundo jonio; revitalizó el helenismo en occidente; potenció los cultos griegos frente a los orientales, especialmente aquéllos relacionados con Atenas principal potencia vencedora de la guerra; aceleró el crecimiento económico-comercial de Atenas ligado a su expansión marítima y, por encima de todo, puso las bases de la formación de bloques griegos opuestos en torno a Atenas (Liga Ático-Délica vinculada a sistemas democráticos) y Esparta (Liga del Peloponeso defensora de sistemas aristocráticos). Durante la Pentecontecia (periodo comprendido entre el final de la Segunda Guerra Médica, 479 a.C., y el inicio de las Guerras del Peloponeso, 431 a.C.) asistimos al desarrollo de estas ligas y su creciente antagonismo, que culminará en el enfrentamiento panhelénico del último tercio del siglo V a.C.
Durante la Pentecontecia Atenas culminó el proceso de construcción de la democracia.
Pericles (459-429 a.C.) se alcanzó la democracia: potenció el papel de la asamblea; remuneró los cargos públicos, permitiendo el acceso de las clases medias al poder ejecutivo; creó un estado protector basado en políticas de beneficencia, sólo para los ciudadanos atenienses, e importantes inversiones públicas, especialmente en reformas urbanísticas, que permitió mantener elevados niveles de ocupación y de crecimiento económico; la financiación la obtenía de la intensa política imperialista llevada a cabo a través de la Liga Ático-Délica y el aumento de los impuestos comerciales, y todo ello apoyado en una agresiva política de exaltación patriótica basada en la ciudadanía restringida.
Atenas no pudo culminar su política imperialista ya que no planteó formas de integración económica, social o política de los estados vinculados a la Liga Ático-Délica, que de ninguna manera podían acceder a los beneficios que proporcionaba la ciudadanía ateniense.
Esparta encarnaba la ideología y el sistema aristocráticos opuestos a la democracia ateniense. Los espartanos monopolizaban el poder político, la minoritaria comunidad espartana desarrolló una sociedad cerrada, comunitaria y organizada. El estado espartano presentaba una peculiar organización política de carácter aristocrático, fundada por el legendario legislador Licurgo y basada en una ley fundamental (La Retra), dirigida por una diarquía (dos reyes) y apoyada en el consejo legislativo (Gerousia) y la asamblea (Apela).
El crecimiento de los bloque antagónicos (Liga Ático-Délica y Liga del Peloponeso) derivó en las Guerras del Peloponeso (431-404 a.C.), el enfrentamiento panhelénico que transformó las bases sociales y políticas de los estados griegos. El final de las Guerras del Peloponeso trajo un predominio de sistemas políticos y filosofías (Platón, Aristóteles) aristocráticas, y supuso el declive de la principal estructura estatal griega: la polis.
Durante el siglo IV a.C. asistimos a una enorme recesión económica (tierras arruinadas, redes comerciales en crisis, aumento de la piratería, descenso de los excedentes y los niveles de consumo); se radicalizan las diferencias sociales; se generalizan nuevas formas de trabajo como la esclavitud; aumentan los movimientos migratorios de poblaciones empobrecidas, y ante la crisis de la polis se desarrollan los ejércitos de mercenarios (rompiendo la célula básica de las sociedades hoplíticas: campesino (oikos)- ciudadano- soldado). En este contexto se desarrollan nuevos sistemas sociopolíticos aristocráticos, como las tiranías menores, y en Grecia se sucederán diversas fases de hegemonía político-militar (espartana, beocia, tebana) que abonarán el terreno para la irrupción de una nueva potencia hegemónica: Macedonia.
El reino de Macedonia, bárbaro para los griegos, se había mantenido bastante al margen del desarrollo histórico helénico hasta la llegada de Filipo II, que iniciará un proceso de unificación interna y expansión (Tracia, Iliria, Grecia) que culminó con la firma del tratado de Corinto (338 a.C.), por el que Macedonia pasaba a controlar la Federación Panhelénica, gobernada por el consejo del Sinedrión, supuestamente formada para luchar contra los persas. Tras su muerte, su hijo, el joven Alejandro de Macedonia (Magno), cuyo pedagogo fue Aristóteles, se hace con todo el poder (336 a.C.), se proclama protector del Oráculo de Delfos, controla la Federación Panhelénica y forma un gran ejército con el propósito de derrotar al Imperio Persa de Dario III y crear un «Imperio Universal». Las victorias militares, la desunión y deserción de muchas satrapías persas (provincias) y la política sincretista e integradora de Alejandro le permitieron formar un inmenso imperio oriental que llegó hasta la India. Cuando se disponía a continuar sus conquistas hacia Occidente muere (323 a.C.) y el imperio se divide entre sus generales o sus descendientes, dando lugar a los reinos helenísticos: Reino Ptolemaico de Egipto (Lágida), Imperio Seléucida (Oriente) y Reino de los Antigónidas (greco-macedónico).
Se inicia la fase final del mundo griego independiente, antes de la conquista romana definitiva (146 a.C.), abriendo la fase cultural denominada Helenismo que incorpora diversos elementos greco-orientales (mediterráneos) y culmina la evolución cultural griega (arcaica y clásica precedentes), que constituirá uno de los pilares de las formaciones culturales mediterráneas (púnica, romana, cristianismo, etc.) y del ulterior desarrollo de la «cultura occidental».
Las condiciones geográficas de las regiones ribereñas del mar Egeo condicionan el desarrollo histórico de estas sociedades. Grecia presenta un clima mediterráneo considerablemente seco y de temperaturas poco moderadas, dada su ubicación en el Mediterráneo oriental y, sobre todo, debido a su abrupta orografía. Se trata de territorios muy montañosos (el 80%) en los que las posibilidades agrícolas se encuentran muy limitadas y las comunicaciones terrestres se hacen difíciles, ofreciendo argumentos al característico aislamiento de muchas regiones de Grecia y a la formación de entidades políticas independientes. Sólo las comunicaciones marítimas permiten superar los umbrales de aislamiento y de autoabastecimiento de unas sociedades que encuentran dificultades para establecer vínculos regulares por tierra. Las limitadas posibilidades agrícolas no facilitaron la formación de grandes concentraciones de población en muchas de las regiones griegas, que se saturaban rápidamente, ofreciendo una endémica inestabilidad socioeconómica que explica, en parte, fenómenos característicos de la Grecia Antigua como la stasis (guerra civil) o los continuos movimientos migratorios y procesos de colonización.
La evolución de las sociedades simples (diferencias internas de carácter primario como el sexo o la edad) a las sociedades complejas (diferencias sociales de rango debido a la aparición y concentración de excedentes comunitarios) es un requisito fundamental para la aparición de las comunidades históricas, que además han de centralizar sus funciones y servicios comunitarios en un núcleo, generando de esta forma las primitivas entidades estatales. Elementos derivados de esas primitivas formaciones estatales son la aparición de la escritura, las primitivas instituciones políticas, la creación de las religiones, la estructuración social, etc. En Grecia asistimos a la aparición intermitente de entidades protoestatales durante el segundo milenio a.C. en el conjunto del ámbito egeo, aunque será durante los siglos IX y VIII a.C. cuando aparezca la entidad estatal griega por excelencia: la polis.
CULTURA MINÓICA: Inicio 3400 a.C. Apogeo 1600-1400 a.C. CNOSOS
CULTURA MICÉNICA: Inicio 1600 a.C. Apogeo 1125 a.C. MICENAS
EDAD OSCURA: 1100 a.C. – 700 a.C.
ÉPOCA ARCÁICA: 700-500 a.C. Alfabeto fenicioà alf. Griego Introducción de moneda
EFESO, MILETO, CORINTIO, TEBAS
ÉPOCA CLÁSICA: 479 – 338 a.C.
Esparta + Atenas= alianza contra los persas (Darío I y Jerjes)
MACEDONIA, ATENAS, ESPARTA
En Creta (2000-1500 a.C.) se desarrolla la talasocracia cretense (control pacífico de las redes comerciales del Mediterráneo oriental) en torno a entidades protoestatales denominadas ciudades-palacio que actúan como núcleos de almacenamiento de excedente (escritura Lineal A), centro político y social del mundo minoico.
Tras la caída de los palacios cretenses y la talasocracia, el «despertar» (auge de aristocracias bélicas) de los aqueos, poblaciones de origen centroeuropeo que habían ido llegando a Grecia a lo largo de la primera mitad del II milenio a.C., da lugar a la aparición de nuevas entidades protoestatales identificadas con las ciudades-fortaleza micénicas (1500-1200 a.C.) que actúan como nuevos centros económicos (administración de excedentes y escritura Lineal B) y políticos de carácter aristocrático, que se hacen enterrar en los Tholoi (grandes tumbas de cámara). Sin embargo, las ciudades-fortaleza entran en crisis en torno al 1200 a.C., debido a masivos movimientos migratorios.
La caída del mundo micénico abre el camino de la denominada «época oscura» (1200-800 a.C.) que cierra el paréntesis de las estructuras protoestatales, volviendo a una extrema dispersión poblacional, ruralización y empobrecimiento de Grecia. Destaca la aparición de importantes novedades sociales (menor complejidad), territoriales (grandes diferencias interregionales) y, sobre todo, materiales, en buena parte de origen autóctono u oriental, como la utilización del hierro, la difusión de la incineración y las tumbas individuales, las decoraciones cerámicas geométricas, la aparición de cerámicas del tipo Barbarian ware o el desarrollo de viviendas de planta absidiada.
Este panorama de empobrecimiento generalizado provoca un ulterior proceso migratorio desde la Grecia continental a las regiones costeras de Anatolia, conocido como la «Primera Colonización Griega» (1140-1050 a.C), que aprovechando el vacío dejado por la caída del Imperio Hitita creará núcleos de población griega que serán el origen de los ámbitos culturales eolio, jonio y dorio, germen de las futuras ligas. A principios del I milenio a.C. el Imperio Neohitita vuelve a generar una gran presión sobre las poblaciones griegas de Anatolia que se concentrarán y aumentarán su densidad creando las condiciones adecuadas para la formación de algunos de los elementos fundamentales de la cultura griega antigua como la lengua griega, el panteón y la teogonía, el paso del mito al logos, las bases del arte griego y, sobre todo, la formación de la polis, como principal prototipo de estructura estatal griega. La polis, como centro de acumulación de poder y excedente, debe su formación a la aristocracia que desde sus inicios controlará de forma absoluta todos los mecanismos políticos, sociales, legales y religiosos del estado. Esta situación inicial y la progresiva saturación de los pobres territorios griegos fruto del crecimiento demográfico agudizarán las diferencias sociales generando un conflicto social casi endémico, la stasis.
Solón (594 a.C.) puso las bases del sistema socioeconómico ateniense de carácter comercial (producción de vino, aceite y productos artesanales para la exportación y la obtención de grandes beneficios comerciales que, en parte, sirven para importar el grano con el que alimentar a la población). Abolió el hectemorado; introdujo la moneda, y dividió la población en cuatro grupos en función de su riqueza.
La evolución política de Atenas y del resto de ciudades-estado griegas se vio interrumpida a principios del siglo V a.C. ante el empuje expansionista del Imperio Persa. Los ejércitos helénicos hicieron frente a los persas en la Primera Guerra Médica (victoria ateniense en Maratón 490 a.C.) y la definitiva Segunda Guerra Médica (480-479 a.C., derrota griega en las Termópilas y victorias en Salamina y Micala), que ralentizó el conflicto hasta la definitiva paz de Calías (449/448 a.C.). Sin embargo, este conflicto produjo enormes transformaciones en el conjunto de las poblaciones y estados griegos: generó una nueva conciencia nacional panhelénica; favoreció un inusitado renacimiento cultural y económico del mundo jonio; revitalizó el helenismo en occidente; potenció los cultos griegos frente a los orientales, especialmente aquéllos relacionados con Atenas principal potencia vencedora de la guerra; aceleró el crecimiento económico-comercial de Atenas ligado a su expansión marítima y, por encima de todo, puso las bases de la formación de bloques griegos opuestos en torno a Atenas (Liga Ático-Délica vinculada a sistemas democráticos) y Esparta (Liga del Peloponeso defensora de sistemas aristocráticos). Durante la Pentecontecia (periodo comprendido entre el final de la Segunda Guerra Médica, 479 a.C., y el inicio de las Guerras del Peloponeso, 431 a.C.) asistimos al desarrollo de estas ligas y su creciente antagonismo, que culminará en el enfrentamiento panhelénico del último tercio del siglo V a.C.
Durante la Pentecontecia Atenas culminó el proceso de construcción de la democracia.
Pericles (459-429 a.C.) se alcanzó la democracia: potenció el papel de la asamblea; remuneró los cargos públicos, permitiendo el acceso de las clases medias al poder ejecutivo; creó un estado protector basado en políticas de beneficencia, sólo para los ciudadanos atenienses, e importantes inversiones públicas, especialmente en reformas urbanísticas, que permitió mantener elevados niveles de ocupación y de crecimiento económico; la financiación la obtenía de la intensa política imperialista llevada a cabo a través de la Liga Ático-Délica y el aumento de los impuestos comerciales, y todo ello apoyado en una agresiva política de exaltación patriótica basada en la ciudadanía restringida.
Atenas no pudo culminar su política imperialista ya que no planteó formas de integración económica, social o política de los estados vinculados a la Liga Ático-Délica, que de ninguna manera podían acceder a los beneficios que proporcionaba la ciudadanía ateniense.
Esparta encarnaba la ideología y el sistema aristocráticos opuestos a la democracia ateniense. Los espartanos monopolizaban el poder político, la minoritaria comunidad espartana desarrolló una sociedad cerrada, comunitaria y organizada. El estado espartano presentaba una peculiar organización política de carácter aristocrático, fundada por el legendario legislador Licurgo y basada en una ley fundamental (La Retra), dirigida por una diarquía (dos reyes) y apoyada en el consejo legislativo (Gerousia) y la asamblea (Apela).
El crecimiento de los bloque antagónicos (Liga Ático-Délica y Liga del Peloponeso) derivó en las Guerras del Peloponeso (431-404 a.C.), el enfrentamiento panhelénico que transformó las bases sociales y políticas de los estados griegos. El final de las Guerras del Peloponeso trajo un predominio de sistemas políticos y filosofías (Platón, Aristóteles) aristocráticas, y supuso el declive de la principal estructura estatal griega: la polis.
Durante el siglo IV a.C. asistimos a una enorme recesión económica (tierras arruinadas, redes comerciales en crisis, aumento de la piratería, descenso de los excedentes y los niveles de consumo); se radicalizan las diferencias sociales; se generalizan nuevas formas de trabajo como la esclavitud; aumentan los movimientos migratorios de poblaciones empobrecidas, y ante la crisis de la polis se desarrollan los ejércitos de mercenarios (rompiendo la célula básica de las sociedades hoplíticas: campesino (oikos)- ciudadano- soldado). En este contexto se desarrollan nuevos sistemas sociopolíticos aristocráticos, como las tiranías menores, y en Grecia se sucederán diversas fases de hegemonía político-militar (espartana, beocia, tebana) que abonarán el terreno para la irrupción de una nueva potencia hegemónica: Macedonia.
El reino de Macedonia, bárbaro para los griegos, se había mantenido bastante al margen del desarrollo histórico helénico hasta la llegada de Filipo II, que iniciará un proceso de unificación interna y expansión (Tracia, Iliria, Grecia) que culminó con la firma del tratado de Corinto (338 a.C.), por el que Macedonia pasaba a controlar la Federación Panhelénica, gobernada por el consejo del Sinedrión, supuestamente formada para luchar contra los persas. Tras su muerte, su hijo, el joven Alejandro de Macedonia (Magno), cuyo pedagogo fue Aristóteles, se hace con todo el poder (336 a.C.), se proclama protector del Oráculo de Delfos, controla la Federación Panhelénica y forma un gran ejército con el propósito de derrotar al Imperio Persa de Dario III y crear un «Imperio Universal». Las victorias militares, la desunión y deserción de muchas satrapías persas (provincias) y la política sincretista e integradora de Alejandro le permitieron formar un inmenso imperio oriental que llegó hasta la India. Cuando se disponía a continuar sus conquistas hacia Occidente muere (323 a.C.) y el imperio se divide entre sus generales o sus descendientes, dando lugar a los reinos helenísticos: Reino Ptolemaico de Egipto (Lágida), Imperio Seléucida (Oriente) y Reino de los Antigónidas (greco-macedónico).
Se inicia la fase final del mundo griego independiente, antes de la conquista romana definitiva (146 a.C.), abriendo la fase cultural denominada Helenismo que incorpora diversos elementos greco-orientales (mediterráneos) y culmina la evolución cultural griega (arcaica y clásica precedentes), que constituirá uno de los pilares de las formaciones culturales mediterráneas (púnica, romana, cristianismo, etc.) y del ulterior desarrollo de la «cultura occidental».
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