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jueves, 15 de abril de 2010

PALEOCRISTIANISMO

Se denomina cristianismo primitivo o paleocristianismo al periodo del cristianismo que va desde su origen, hacia el año 30, hasta el Concilio de Nicea I (siglo IV). Podría decirse que este periodo comienza cuando Juan el Bautista anuncia el arrepentimiento para que recibiesen al que vendría después de él, en referencia a Jesucristo y termina de 40 a 70 años después.
En el año 330 d.C. Constantino trasladó toda la máquina burocrática imperial desde Roma a la Nea Roma (Nueva Roma), dejando de ser romano en el término aplicado hasta entonces. Por otra parte, las tribus germánicas ejercían una presión creciente sobre las fronteras septentrionales del Imperio, siendo a su vez, presionadas por otros pueblos provenientes de Asia Central que habían sido desplazados hacia occidente por los hunos. Otro cambio se propició por la nueva religión proveniente de Palestina. Lo que empezó siendo una secta menor entre los judíos, fue captando adeptos rápidamente. Cuando Diocleciando accede al poder en 284 d.C., se encuentra con un imperio de vías de descomposición, demasiado grande y complejo para ser gobernado por una sola persona. Para reorganizar el estado crea las figuras de cuatro emperadores que se reparten las tareas del gobierno: dos de ellos con el mismo rango de Augusto, asistidos, cada uno de ellos, por otro emperador subordinado, que es designado también como sucesor, con el rango de César. Diocleciano gobernaría Imperio de Oriente y Maximiano el Imperio de Occidente. La ciudad de Roma deja de ser el centro occidental, ya que la sede imperial pasará alternativamente a Trier (Germania) o Milán, y a Nicomedia en Oriente, según lo dicten las necesidades del gobierno.

Diocleciano abdica en el año 305, fracasando con ello el sistema de tetrarquía iniciándose un periodo de intrigas que derivó en una guerra civil. En Occidente la rivalidad estaba establecida entre Constantino en Trier y majencio en Roma. Cuando Constantino en 312 invadió Italia por los Alpes y derrotó a Majencio en Puente Milvio. El biógrafo de Constantino, Eusebio, recordó que Constantino en vísperas de su victoria había tenido un sueño en el que se aparecía una cruz en el cielo con el lema in hoc signo vences (con este signo vencerás). A raíz de esta visión Constantino adoptó la cruz y las primeras letras del nombre Christos como emblema de sus legiones y abrazando la religión cristiana. En el 313 publicó el Edicto de Milán, en el que se establecía la tolerancia religiosa y se confería al cristianismo la igualdad con respecto a las demás religiones del Imperio.
El edicto de Milán no sólo significó el reconocimiento oficial de los cristianos sino que trajo como consecuencia profundos cambios dentro del Imperio romano, así como el comienzo de la expansión de la Iglesia. El ejercicio del edicto devolvió a los cristianos sus antiguos lugares de reunión y culto, así como otras propiedades, que habían sido confiscadas por las autoridades romanas y vendidas a particulares

La religión que hasta entonces había pasado desapercibida en Roma, había resultado atractiva cuando se esparcieron las enseñanzas de Jesús de Nazaret que predicó amor fraterno, caridad, humildad y adhesión al espíritu de la ley judía, pero despertó la animadversión de las autoridades religiosas judías por sus ideas sobre el perdón de los pecados en nombre de Dios de quien se reconocía como su Hijo. Atacó duramente la hipocresía de las prácticas religiosas superficiales, en cuanto tenía de exhibición externa de la letra de la ley judía y de olvido o falta de sensibilidad hacia las necesidades humanas. También enfureció a las autoridades religiosas el hecho de que sus seguidores le consideraran el Christos (ungido), el hijo de Dios que libraría al pueblo de Israel del yugo romano. Sin embargo, Jesús, en lugar de propugnar la revuelta política, predicaba la renovación espiritual personal; basando los ideales en la filosofía clásica tardía, especialmente en lo referente al énfasis puesto en los ideales de renovación del espíritu y alimento del alma, en lugar de la eterna búsqueda de la satisfacción puramente física. Al principio las enseñanzas de Jesús atraían a esclavos y artesanos, es decir, a aquellos a quienes la vida ofrecía muy escasos alicientes y para los que, consecuentemente, la perspectiva de un paraíso celestial resultaba de lo más atrayente.
Durante los primeros periodos de persecución religiosa, los cristianos trataron de no atraer demasiado la atención. Se congregaban privadamente en casas de amigos cristianos, y por tanto no hubo necesidad de una arquitectura especializada. La iglesia, ekklesia (en griego: asamblea) no era un edificio sino el propio pueblo cristiano.
Constantino enfrentado al creciente deterioro de la situación política de Occidente y deseoso de tener más a su alcance la amenazada frontera del Danubio, decidió trasladar la capital del Imperio de Oriente. Ocupa entonces la antigua ciudad Fenicia de Bizancio, llenándola de nuevos edificios administrativos e iglesias. Constantino adoptó el papel activo en la administración de la Iglesia, influyendo poderosamente en su doctrina y en su política. Se consideraba así mismo como el vicario de Cristo en la Tierra. En el año 325, un año después de reunificado el Imperio y de haber establecido el cristianismo como religión imperial preferente, convocó al Concilio Ecuménico de Nicea, en el cual, amén de considerarse arrianismo una herejía, se afirmó el dogma trinitario y se elaboró el símbolo de la fe (el credo y el símbolo Niceno) que todos los cristianos ortodoxos estaban obligados a abrazar.

Establecido el cristianismo, se necesitaba encontrar un edificio funcional y simbólicamente adecuado para el culto público. A diferencia de las religiones de la antigüedad, en las que los individuos ofrecían ofrendas privadas, el cristianismo era una religión congregacional. Se fijó la atención en los edificios públicos laicos, eligiéndose la tipología de la basílica. Ésta, había sido pensada desde el principio para reuniones públicas y sus connotaciones simbólicas, relacionadas con la administración equitativa de la justicia terrenal, eran positivas. Sólo era cuestión de reemplazar el pequeño altar dedicado al emperador por otro en el que pudiera celebrarse la eucaristía, o comida comunitaria ritual. Además, la organización de la basílica era de tipo axial, podría aprovecharse ese mismo eje para concentrar la atención en el altar.

Conviene destacar que el término basílica se refiere, primeramente, a un lugar de reunión pública y, sólo en segundo término, a una forma concreta de edificio público. Sin embargo, catedral se refiere específicamente a una iglesia que contiene el sitial o sede del obispo, la cathedra, desde la cual se realizan los manifiestos oficiales ex cathedra (la expresión hablar ex cathedra se utiliza cuando el obispo, Papa, obispo de Roma, y suprema autoridad, define verdades relativas a la fe o a las costumbres).
CARACTERÍSTICAS ARQUITECTÓNICAS:

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